Las lesiones más habituales del peregrino son las que afectan a articulaciones (esguinces y artritis traumáticas), y las que afectan a los pies (rozaduras y ampollas).



La tendinitis del Aquiles podemos prevenirla fundamentalmente con la elección correcta del calzado. Debemos usar botas de suela dura, sin amortiguación blanda del talón, y fijándonos en que lleven un rebaje de la caña en la parte posterior. Casi todas las buenas botas en la actualidad, llevan rebajada la caña en la parte posterior del tobillo, precisamente para evitar la tendinitis del tendón de Aquiles. También, sobre todo las mujeres acostumbradas a usar zapatos de tacón, deberían realizar ejercicios de estiramiento del tendón de Aquiles en intensidad progresiva, unas semanas antes de comenzar a caminar con las botas que vayan a usar en el Camino. Si, a pesar de todo, se produce la lesión, antiinflamatorios y hielo local.¡Un calzado mal elegido puede echarnos del Camino!


1º/ Calzado: el pie no debe quedar "suelto". El calzado debe ajustar lo mejor posible, sin llegar a apretar en ningún sitio (peligro de rozaduras o llagas). Lo ideal es conseguir este ajuste a base de calcetines, generalmente unos finos en contacto con el pie y otros más gordos sobre éstos. Los calcetines pueden ser de algodón o, mejor aún de polipropileno u otras fibras sintéticas. Hay unos calcetines muy buenos de la marca Quechua que son precisamente "antiampollas" que podéis encontrar en cualquier tienda de deportes.
2º/Preetapa: limpieza escrupulosa de los pies. Untarlos bien con vaselina. Sin racanería, vaselina por un tubo en todo el pie. También entre los dedos. Ponerse los calcetines cuidando que no queden pliegues o arrugas. Si tienen costuras, nos los ponemos del revés, dejando las costuras por fuera. Nos calzamos las botas y apretamos los cordones cuidadosamente desde la puntera hasta el tobillo, comprobando que el pie queda sujeto pero no apretado.
3º/Caminando: procurar parar cada dos horas para descansar un poco. Nos quitamos las botas y los calcetines y aireamos los pies un poco. Si podemos meterlos en agua fría, todavía mejor. Los observamos cuidadosamente tratando de descubrir alguna rojez o ampolla incipiente. Los secamos bien antes de ponernos los calcetines. Si éstos están húmedos los cambiamos por otros que estén secos. Podemos untarlos otra vez con alcohol de romero.
4º/Postetapa: nada más llegar al alojamiento nos quitamos las botas y los calcetines y nos dedicamos a la higiene de los pies. Es bueno sumergirlos en agua fría un buen rato (el frío tiene acción antiinflamatoria y antiedematosa) y después darnos una buena friega con alcohol de romero. Nos ponemos nuestras chanclas y a descansar... hasta mañana.
Vamos a prestar atención ahora a los síntomas iniciales de la ampolla y a su tratamiento.
El primer síntoma de la ampolla, cuando se está empezando a formar, es una sensación ligeramente molesta en un punto concreto del pie. Creo que todos los peregrinos lo hemos experimentado. La sensación es que tenemos un pliegue en el calcetín que nos molesta. En este mismo momento hay que parar, quitarse la bota y el calcetín y explorar cuidadosamente la zona dolorida. Descubriremos con horror que se está formando una ampolla. Bien, hay que actuar de inmediato: como hemos tenido la precaución de comprar apósitos Compeed, nos ponemos uno sobre la ampolla que sea lo suficientemente grande como para cubrirla totalmente y que sobre un poco. Si no tenemos Compeed, un trozo ancho de esparadrapo realizará la misma función. Las tiritas normales no sirven de nada una vez que la ampolla empieza a aparecer. El Compeed no se debe quitar hasta que se cae espontáneamente, lo que suele ocurrir a los cuatro o cinco días. O sea, que podemos ducharnos con el apósito puesto y caminar tranquilamente con él sin que nos moleste en absoluto. Si la cosa ha ido bien, al caerse el apósito veremos que la ampolla ha desaparecido. Si quedan restos, colocar otro Compeed.Bien, llegamos al alojamiento y nos encontramos con un par de hermosas ampollas en nuestros pies. ¿Qué hacer?
1º/ En primer lugar, nuestra necesaria ducha, con especial atención al lavado de los pies, como todos los días.
2º/ Desinfección de la ampolla y zonas vecinas con un algodón empapado en Betadine.
3º/ Preparamos una aguja de coser normal y corriente que habremos armado con un trozo de hilo de algodón normal, del que se usa para coser botones. La aguja y el hilo los desinfectamos pasándolos por un algodón empapado en Betadine. Previamente, como es lógico, habremos lavado cuidadosamente nuestras manos con agua y jabón. No las secaremos.
4º/ Tomamos la aguja con el hilo y, sin miedo, atravesamos la ampolla de parte a parte (¡no duele!) hasta que veamos aparecer el hilo. Cortamos el hilo dejando un centímetro aproximadamente por cada parte de la ampolla. Volvemos a desinfectar la zona ¡et voilá!. Ya hemos terminado. Ahora lo que tenemos es un ampolla vacía de la que sobresalen dos trozos de hilo, uno por cada parte.La ampolla ya no existe ni existirá, porque los cabos de hilo que hemos dejado actúan como drenaje, de manera que no volverá a acumularse líquido dentro de la ampolla. Ahora hay que prestar mucha atención a evitar que la ampolla se infecte. Para ello cubriremos la ampolla (mejor ex-ampolla) con un apósito (sirve una tirita ancha, que cubra la zona extensamente) y la desinfectaremos diariamente con Betadine. Podremos comprobar que caminamos perfectamente sin molestia alguna. Se puede caminar perfectamente con los hilos. Si retiramos el hilo comprobaremos que la ampolla vuelve a llenarse, reapareciendo entonces el problema.